Yoga Nidra: qué es, beneficios, orígenes y cómo esta práctica transformó mi vida

Cuando escuchamos la palabra Yoga, lo primero que nos viene a la mente son posturas físicas, estiramientos, flexibilidad y respiración consciente. Pero existe una práctica que poco tiene que ver con el esfuerzo del cuerpo, y mucho con la transformación interior: el Yoga Nidra.

No hablamos de un yoga de posturas, sino de un viaje hacia la profundidad de la consciencia, una meditación guiada capaz de inducir un estado de descanso tan profundo que se le conoce como “el yoga del sueño consciente”.

En este artículo quiero contarte qué es el Yoga Nidra, sus orígenes, beneficios y formas de practicarlo, pero también mi experiencia personal: cómo llegué hasta él y por qué me enamoré de esta disciplina que hoy forma parte de mi vida y de mi trabajo como terapeuta y guía.

Mi encuentro con el Yoga Nidra no fue planeado. Como tantas cosas importantes en la vida, llegó a mí de manera inesperada.

Hace algunos años, una amiga muy querida me llamó para pedirme ayuda. Ella sabía que yo organizaba cursos y retiros, y que tenía la energía y la experiencia para llevar adelante proyectos de este tipo. Pero esta vez su petición no era una idea más: venía cargada de vulnerabilidad y necesidad real.

A mi amiga le habían diagnosticado una enfermedad que afectaba directamente a su sistema nervioso. Se consumía energéticamente hasta el punto de que había días en los que apenas podía caminar. En su búsqueda de apoyo, investigó sobre meditación y descubrió el Yoga Nidra, una práctica que, según sus lecturas, podía activar el sistema nervioso parasimpático y generar una profunda calma interior.

Encontró a un profesor en la península, descendiente directo de un maestro que había estudiado con Swami Satyananda Saraswati, el gran difusor del Yoga Nidra en Occidente. Y me pidió que organizara todo para poder recibir aquí la formación.

Yo acepté, aunque debo confesar que, a pesar de practicar Hatha y Ashtanga yoga desde hacía tiempo, nunca había oído hablar de Yoga Nidra. En mi ciudad apenas se conocía. Pero algo dentro de mí me decía que tenía que hacerlo.

Así fue como, casi por casualidad —aunque hoy sé que las casualidades no existen—, entré en contacto con esta disciplina. Y desde el primer día, me enamoré.

Nada más comenzar la formación, comprendí que estaba ante algo muy especial. Empecé a leer libros, asistir a cumbres online, estudiar documentos sobre el subconsciente, el sistema nervioso, el sueño y la higiene del descanso.

Durante dos años profundicé tanto en mi práctica personal como en la enseñanza. Impartí clases en mi propio centro, en otros espacios e incluso en institutos. Los resultados que observé fueron sorprendentes: alumnos jóvenes, adultos e incluso personas mayores experimentaban cambios notables en su bienestar, su descanso y su capacidad de gestionar emociones.

Sentí que había encontrado una herramienta de sanación y autoconocimiento que no solo transformaba mi vida, sino también la de quienes la practicaban conmigo.

Con el tiempo, sentí la necesidad de profundizar aún más. Fue entonces cuando apareció la oportunidad de viajar a Barcelona para recibir las enseñanzas de una profesora que me inspiraba profundamente.

Recuerdo mi primer día en esa formación: ella hablaba del Yoga Nidra como la manifestación de la energía femenina, como la diosa Nidra, y lo describía como el estado de consciencia que precede a la iluminación. Aquellas palabras me dejaron perpleja y fascinada al mismo tiempo.

Entendí que el Yoga Nidra era mucho más que una técnica de relajación. Era un camino hacia el despertar de la consciencia, hacia una conexión profunda con la esencia de lo femenino, con la receptividad, la intuición y la sabiduría interior.

En mi formación en terapia corporal, trabajamos en muchas ocasiones con la vivencia de la emoción y del trauma a través de procesos intensos, incluso catárticos. Esa vía tiene su valor: revivir lo inconcluso, dar espacio al cuerpo para expresar lo que estaba bloqueado, liberar la emoción y permitir que se agote.

Sin embargo, ahora que curso mi segundo año de formación en terapia Gestalt, he comprendido que la catarsis no es la única forma de acceder a la sanación emocional o de desbloquear patrones inconscientes. En ocasiones se da, en otras no; y está bien así. Existen caminos más suaves, más amorosos, que se sostienen desde la observación consciente y la presencia.

Aquí es donde Yoga Nidra se convierte en una herramienta maravillosa. Esta práctica te permite entrar en un estado de consciencia donde puedes observar, darte cuenta y abrirte al cambio, sin necesidad de forzar la emoción o de buscar la intensidad de la catarsis.

Por supuesto, siempre recomiendo la guía de una profesional. Con práctica y perseverancia, es posible que una persona logre profundizar por sí misma, pero contar con un acompañamiento terapéutico adecuado potencia el proceso y lo hace mucho más sanador.

Uno de los aspectos más transformadores del Yoga Nidra que llegó a Occidente a través de Swami Satyananda Saraswati es el trabajo con el Sankalpa.

El Sankalpa no es un simple deseo superficial como “quiero un coche” o “quiero una casa”. Es la intención profunda de tu corazón, una afirmación alineada con tu propósito vital.

Por ejemplo, en lugar de desear una casa, el Sankalpa te invita a preguntarte: “¿Qué necesito transformar en mí para crear un verdadero hogar?”.

Sembrar esa intención en el estado alterado de consciencia que alcanzamos en Yoga Nidra tiene un poder enorme, porque la mente está especialmente receptiva. Es como plantar una semilla en la tierra más fértil.

La palabra Nidra significa “sueño” en sánscrito, pero no se trata de dormir, sino de estar en un estado de vigilia consciente en el umbral del sueño.

Aunque existen prácticas ancestrales similares en la tradición tántrica, fue Swami Satyananda Saraswati quien sistematizó y difundió el Yoga Nidra en Occidente durante los años 60 y 70, dentro de la escuela de Bihar Yoga.

Desde entonces, han surgido diferentes enfoques:

  • Escuelas tradicionales en India, que mantienen el método clásico de Satyananda.

  • Escuelas modernas en Occidente, que lo integran con psicología, terapia y neurociencia.

  • Referentes actuales como Ana Sesma Nuez, que transmiten Yoga Nidra como una vía de sanación y autoconocimiento.

La ciencia contemporánea ha comenzado a interesarse cada vez más por prácticas como el Yoga Nidra. Investigadores como Joe Dispenza han explorado cómo estados de consciencia profunda y ondas cerebrales bajas (theta y delta) pueden generar cambios en el cerebro y el cuerpo.

En esos estados, el sistema nervioso parasimpático se activa, disminuye la producción de cortisol (la hormona del estrés) y el cuerpo entra en procesos de regeneración. Además, la mente subconsciente se vuelve más accesible, lo que permite reprogramar creencias y patrones limitantes.

Yoga Nidra, desde esta perspectiva, no solo es una práctica espiritual, sino también una herramienta de neurociencia aplicada al bienestar.

Practicar Yoga Nidra de forma regular puede aportar múltiples beneficios, tanto físicos como mentales y emocionales:

  • Reducción del estrés y la ansiedad.

  • Mejora de la calidad del sueño y alivio del insomnio.

  • Incremento de la creatividad y la concentración.

  • Regulación del sistema nervioso.

  • Sanación emocional y liberación de bloqueos.

  • Mayor conexión con uno mismo y con la propia esencia.

  • Reprogramación del subconsciente a través del Sankalpa.

No es casualidad que en la actualidad se utilice incluso en hospitales, colegios e institutos, como herramienta para mejorar el bienestar de pacientes, estudiantes y profesionales.

La belleza del Yoga Nidra es que no requiere experiencia previa ni esfuerzo físico. Lo único que necesitas es un espacio tranquilo y cómodo, donde puedas relajarte sin interrupciones.

La postura más recomendada es Savasana, tumbado boca arriba, con el cuerpo completamente apoyado, los brazos ligeramente separados del torso y las palmas hacia arriba. Esta postura permite al cuerpo relajarse por completo, facilita la circulación, libera tensiones y ayuda a que la mente entre en un estado de receptividad profunda.

Para aprovechar al máximo la práctica, se recomienda integrarla en tu rutina diaria. Puedes practicarla en cualquier momento del día que te permita estar presente y sin distracciones. Aunque en una sola sesión puedes experimentar beneficios inmediatos —como relajación, calma mental y sensación de bienestar—, el cambio profundo y duradero se genera con la práctica constante y la perseverancia.

Entre más practiques, más profunda será la experiencia. Con el tiempo, podrás acceder a estados de consciencia más elevados, mejorar la conexión con tu interior y vivir los beneficios de Yoga Nidra de manera más consistente en tu vida cotidiana.

En algunas prácticas, he experimentado un estado de dicha tan profundo que no podía contener las lágrimas. En Yoga Nidra, cuando entras en ese espacio entre el sueño y la vigilia, puedes sentir la esencia de tu alma.

Es un estado donde desaparecen las máscaras, las exigencias, el hacer constante. Solo queda el ser, el amor puro, la consciencia expandida.

Y es allí donde, poco a poco, comienzas a sanar.

Hoy, después de años de práctica y enseñanza, puedo decir que el Yoga Nidra no es solo una técnica: es un camino de transformación.

Me ha acompañado en mi desarrollo personal y profesional, y me ha permitido acompañar a muchas personas en sus propios procesos de sanación y despertar.

Si buscas una práctica que no requiera esfuerzo físico, pero que tenga la capacidad de sanar tu cuerpo, calmar tu mente y abrir tu corazón, te invito a probar Yoga Nidra.

Porque habitarte en descanso profundo, sembrar un Sankalpa en tu corazón y experimentar el contacto con tu esencia… simplemente no tiene precio.

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